La RAE publica una joya en la Rayuela comentada por estrellas de la literatura

La Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) han querido rendir homenaje a uno de los autores en español más importantes de todos los tiempos , Julio Cortázar (Bélgica, 1914-París, 1984), y a su obra más emblemática, Rayuela.

El Club de Lectoras de Ponce, la han seleccionado para discutirla en su reunión de agosto, pero la han aplazado para la primera semana de septiembre, ante el paso del huracán Dorian, que se alejó de Puerto Rico y devastó a Las Bahamas.

La RAE ha subrayado que esta «edición conmemorativa recupera además, por primera vez desde 1983, la reproducción facsimilar del «Cuaderno de bitácora», la libreta en la que Cortázar fue anotando ideas, escenas y personajes de la novela durante el proceso de escritura. Este cuaderno permite, como un juego de los que tanto gustó Cortázar, un diálogo del autor con el lector sobre la novela que traspasa las fronteras del tiempo».

TABLERO DE DIRECCIÓN
A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros.
El primero se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al
pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por
consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue.


El segundo se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en
el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido,
bastará consultar la lista siguiente:


73 – 1 – 2 – 116 – 3 – 84 – 4 – 71 – 5 – 81 – 74 – 6 – 7 – 8 – 93 – 68 – 9 – 104 –
10 – 65 – 11 – 136 – 12
106 – 13 – 115 – 14 – 114 – 117 – 15 – 120 – 16 – 137 – 17 – 97 – 18 – 153 – 19

  • 90 – 20 – 126 – 21
    79 – 22 – 62 – 23 – 124 – 128 – 24 – 134 – 25 – 141 – 60 – 26 – 109 – 27 – 28 –
    130 – 151 – 152 – 143
    100 – 76 – 101 – 144 – 92 – 103 – 108 – 64 – 155 – 123 -145 – 122 – 112 – 154
  • 85 – 150 – 95 – 146
    29 – 107 – 113 – 30 – 57 – 70 – 147 – 31 – 32 – 132 – 61 – 33 – 67 – 83 – 142 –
    34 – 87 – 105 – 96 – 94
    91 – 82 – 99 – 35 – 121 – 36 – 37 – 98 – 38 – 39 – 86 – 78 – 40 – 59 – 41 – 148 –
    42 – 75 – 43 – 125- 44
    102 – 45 – 80 – 46 – 47 – 110 – 48 – 111 – 49 – 118 – 50 – 119 – 51 – 69 – 52 –
    89 – 53 – 66 – 149 – 54
    129 – 139 – 133 – 140 – 138 – 127 – 56 – 135 – 63 – 88 – 72 – 77 – 131 – 58 –
    131
  • Con el objeto de facilitar la rápida ubicación de los capítulos, la
    numeración se va repitiendo en lo alto de las páginas correspondientes a cada
    uno de ellos.

La novela empieza con una interrogante. Es la primera línea del capítulo primero.

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme,
viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz
de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su
silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a
otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan
natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada
cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo
de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la
gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para
escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

Hay un párrafo en el capítulo 7, que simplemente nos deja con la sensación de que leímos una poesía.

«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como
si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me
basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez
la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca
elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi
mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide
exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja».

Recomiendo el capítulo 34, para que vean el genio de Cortázar, pero el 73, que el mismo Cortázar recomienda como primero nos ofrece muchas claves.

«Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo».

Sobre Cortázar, escribió Gabriel García Márquez, y lo reprodujo esa edición: «Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estarse muriendo otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte. Nadie le temía más que él, ni en la vida real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente. En alguna parte de La vuelta al día en ochenta mundos un grupo de amigos no puede soportar la risa ante la evidencia de que un amigo común ha incurrido en la ridiculez de morirse. Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resisto a participar en los lamentos y elegías por Julio Cortázar. Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo».

Por su parte, Bioy Casares, comentaba: «Una de las cosas que más nos unía era el sentido lúdico, no tomarnos en serio para nada. Y ese es un secreto para la vida. Compartíamos con él una mirada escéptica en relación con el mundo, aunque un escepticismo esperanzado, no de rechazo».

Mario Vargas Llosa, decía luego de un encuentro en 1958, que «solo al despedirnos me enteré —pasmado— que era el autor de Bestiario y de tantos textos leídos en la revista de Borges y de Victoria Ocampo, Sur, y el admirable traductor de las obras completas de Poe que yo había devorado en dos voluminosos tomos publicados por la Universidad de Puerto Rico. Parecía mi contemporáneo y, en realidad, era veintidós años mayor que yo».

Para Carlos Fuentes, «esta imaginación crítica de la modernidad no tiene mejor representante en nuestra novela que el argentino Julio Cortázar».

Y para Sergio Ramirez, «Rayuela planteaba antes de nada la destrucción sistemática de todo el catálogo de valores de Occidente, sin hacer propuestas. Se quedaba en una operación de demolición, y no aspiraba a más, porque en las respuestas estaba ya el error».

He leído a Rayuela el derecho y al revés, y con las instrucciones de Cortázar. Confieso que me he perdido. La he leído en inglés, con la traducción de Gregory Rabassa, y he disfrutado cada línea como un verso y cada capítulo como un cuento independiente. Y la he leído como un acto de recreación, una complicidad lúdica con el autor, como un juego en el que yo soy el que va al volante. Sin tablero de dirección.

Aquí les dejo el Capítulo 68 leído por el propio Cortázar. https://youtu.be/E5YwHhWRPD4

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