Balada de los amantes

Si alguien te fastidia la vida, vete de su lado.

Si eres tu el que la fastidia, no te le acerques.

En el mundo comercial se celebra el Día de San Valentín, una actividad mercantilista que da paso a improvisaciones desesperadas de eso que llaman amor, que en algunos casos se confunde con un título, una cuenta bancaria o el tamaño de los genitales, pero que es mucho más que eso y que los regalos o censa que se realicen ese día. Personalmente no me gusta que se designe un día para el amor, porque pienso que todos los días son para eso, quizá lo que celebramos el día 14 de febrero es el día del odio, es decir el día en que un hombre o una mujer interpretarán un falso papel de amantes y se dirán unas cuentas cosas bonitas frente a sus amistades más íntimas y al día siguiente habrán olvidado todo lo que hicieron, hasta la revolcada en la cama o el sofá en el que hicieron el sexo pensando que eso era amor. Perdonen el despotrique pero he visto tanto teatro y tantas actrices que me sorprendería que eso que llamamos amor desde la perspectiva de Hollywood, sea algo verdadero. Si usted de verdad es una persona que gusta ser romántico de verdad aquí le presentó una canción de amor de verdad.

Balada de los amantes del Camino de Taverney

(Patricio Manns)

El cuarto adonde habita mi ruiseñora
se nutre con el ruido de mi demora,
los cantos de la calle se están plegando
y el mórbido reloj mira blasfemando.
Después la lluvia encumbra sus volantines
y moja alguna estrella que agoniza entre violines
y agolpa sus rebenques desmelenados
al anca de mi potro, que no ha piafado.

De noche todo es claro si en su cortina
ondula una cadera que se adivina,
sacude su pañuelo la amante raza
y enciende las señales por donde pasa
mi atávico desvelo buscando casa.

La cama donde espera mi buenamoza
es tibia como un vientre y es luminosa,*
viniendo de la lluvia y forzando puertas
aprecio que su gana ya esté despierta.
La cama donde escurro mis homenajes
es donde desterramos la barrera de los trajes,
es donde, de algún modo, su resolana**
se adueña de mi lengua, tan soberana.

Allí nos respiramos de diestra suerte,
allí nos cobijamos (por si la muerte),
allí yo le regalo mis estertores
y allí ella me devora con mil amores
cogiendo de mi sangre las frescas flores.

La cama donde anida su pulpa suave
es esa donde yergue su cuello mi ave
y aquella donde estira su claro modo
amándome de cerca y mordiendo todo.
Su cama multiplica mi envergadura
que es llave con la que abro su opulenta sabrosura,
que es fuego con el que echo su frío afuera
y avivo su gemido cuando lo quiera.

Viniendo de tan lejos estoy tan hondo,
tan cerca de su dentro y tan al fondo,
tan ávido y completo, tan estrujado,
tan posesivo y pleno, tan aplicado
que cuando el nuevo día se asoma, me alza
desangrado.

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